Desde Bucarest, Teo Dună nos lee uno de sus poemas (el vídeo tiene subtítulos en castellano, aunque también tenéis mi traducción más abajo).
Con las uñas en la luna
los dedos estirados como una goma, como los recuerdos de la
vida, como un chicle,
con los dedos hacia el cielo sonrío.
Y ellos, como finas lianas de granito,
recorren todo lo recorrible y se hienden en la luna
de inmediato por mis dedos marchan
diez hormigas rojas y de inmediato por el dedo que fue pequeño
comienza a subir una señora tristísima
después mis dedos se convierten de repente en diez escaleras mecánicas
que llevan a la luna y rápidamente se descubre
que mis dedos, allí, son como diez
bosques amazónicos y que mis dedos han envuelto
con el aire la luna como algodón de azúcar
y ahora hay millones de toneladas de aire
para una sola narina.
Los niños rompen sus pañales, los prenden y parten
por mis dedos hacia la luna.
Las ancianas se arrancan las arrugas y los rulos,
los pisotean y avanzan rejuvenecidas por la escalera.
Los electricistas cortan con los dientes todos los cables eléctricos,
empiezan a titilar y, sentados en mis dedos,
como árboles de navidad, suben a la luna.
Hasta los muertos salen de la tierra,
se recolocan los huesos mejor, con más elegancia.
Y suben por mis dedos todos los pueblos,
y la madre de los pueblos y los bisnietos de los pueblos suben
por mis dedos hacia la luna
únicamente yo me quedo aquí
maravillosamente solo.
Y cuando siento que no queda nadie,
absolutamente nadie en toda la tierra,
velozmente recojo las escaleras de los dedos
entonces abro la puerta
y empiezo riendo el primer paseo
por un mundo entero
vacío